Y cuando despertaron…
Ery Acuña Meneses
Llegaron como asaltantes, de repente, hasta las puertas del
mercado. Con la furia en los ojos, como poseídos por un espíritu maligno y
destructor, los sujetos comenzaron a destruirlo
todo: puestos de frutas, sandías, piñas, ropa, manzanas, anaqueles, mangos,
osos de peluche, vaya, lo que se pudo en 15
minutos. Locatarios y clientes del
mercado Juan Sabines, ubicado en el corazón de Tuxtla Gutiérrez, a dos calles
de la plaza central, entraron en shock.
Todavía diez minutos después de que los vándalos se habían ido, mujeres y niños
temblaban y algunos hasta lloraban.
Fue la respuesta iracunda y fuera de sí que los ambulantes, desalojados
horas antes de la zona aledaña al mercado, realizaron para protestar contra el operativo de la policía
municipal. Les faltaba espuma en la boca para confirmar la rabia con la que
actuaban. Hasta una panadería ubicada
fuera del mercado fue destrozada y robada las cámaras de vigilancia, para
evitar cualquier testimonio que los involucrara. Arrebataban celulares o cámaras
de fotografía a quien osara intentar grabarlos en el momento.
Un día antes de los brutales sucesos, el viernes 22 de
febrero, el ayuntamiento capitalino había iniciado un operativo para desalojar
a los ambulantes del primer cuadro de la ciudad. Pero craso error, no hubo
negociaciones previas, ni alternativas de reubicación para esta gente que se
creía dueña de las calles, y con cierta
razón, pues hasta permiso oficial de las autoridades pasadas guardaban para
ampararse. El sábado continuó el operativo, y después de que la policía abandonó
la zona, los ambulantes fueron poseídos por una combinación de sentimientos
confusos (rabia, impotencia, frustración) que los llevó a cometer esos actos
bárbaros, como vikingos en una isla.
Algunos clientes
huyeron en la primera oportunidad en medio del griterío y la destrucción. Otros
se escondieron por momentos en algunos negocios, y sólo después de un lapso de
confusión y tras la partida de los agresores, los locatarios reaccionaron y decidieron
tomar palos, tubos, piedras y botellas. Se pararon a media calle dispuestos a
enfrentar a los ambulantes que
amenazaban con volver, pues ante la ausencia de la policía, era la única opción
que el destino les ponía.
Los minutos corrían y el riesgo de un enfrentamiento masivo,
era inminente. Sonaban los palos en la calle, los tubos, las piedras, como
sonidos de guerra. La policía no aparecía. Los vándalos corrían a dos calles de
ahí como preparando una segunda incursión. La tensión era incontrolable. Hasta que una hora y
minutos después… apareció la policía; por cierto, temerosa, confundida, escurridiza,
sin una orden concreta que cumplir.
Hubieron gritos festivos , y acompañados de la municipal los
locatarios comenzaron a perseguir a los ambulantes que minutos antes habían iniciado la camorra. Caminaron varias calles y al
llegar a la segunda poniente y sexta sur, arremetieron en una casa, hasta
obligar a los moradores, a salir del lugar. Luego dieron vuelta en otra calle y
ahí los municipales comenzaron a detener a unas mujeres que habían hecho una
cadena para impedir el paso de los uniformados, y a unos jóvenes que se habían
escondido en casas, después. Hubieron excesos de la policía municipal. Mujeres
de las greñas, entre golpes y empujones, eran subidas, como borregos, a las
camionetas. El boletín del gobierno del estado informó horas después que 25
personas habían sido detenidas, bajo los cargos de pandillerismo, lesiones y
robo.
La torpeza
Por meses y años, los locatarios de los mercados del centro de
la ciudad (Juan Sabines y Rafael Pascacio Gamboa), habían exigido a las
autoridades un frenó al ambulantaje, pues los acusan de las bajas ventas. En un
sentido, sí, aunque la problemática es
mayor: el surgimiento de tiendas departamentales por toda la ciudad, la pésima y
alargada rehabilitación del centro, la crisis económica, y el olvido de las
autoridades municipales y del estado.
En algunos giros como frutas, verduras, carnes y accesorios,
cayeron hasta en un 80 por ciento. Al menos una decena de locales, prácticamente,
tuvieron que cerrar.
Es evidente que el operativo contra el ambulantaje fue mal
planeado, sin negociaciones efectivas, sin ofrecer alternativas. Fue tan
insensato el operativo, que llegaron a convertirlo en un campo de batalla que,
luego, y con más brutalidad, se vieron en la necesidad de usar la fuerza pública
para restablecer el orden.
Durante la corta gestión de Felipe Granda se colocaron espectaculares en parques públicos invitando a la gente a acudir a los mercados, se produjeron spots de radio y tv para promocionarlos. A la llegada de Samuel Toledo y Manuel Velasco, eso se olvidó.
Existen 15 mercados públicos en la ciudad que dan trabajo
directo a más de 5 mil familias, y de forma indirecta, ni se diga. Pero la
problemática de los mercados se cierne principalmente al centro. La herencia
que dejó el programa “Que vida el centro”, y que presenta graves manejos
financieros, más bien mató a los mercados de la zona.
Los mercados son el refugio más genuino de nuestras
tradiciones. El lugar donde se respira aire provinciano. Nuestra fuente de vida
cultural.
Hay que empezar a reconstruirlo, urge, pero sin matar
ilusiones.
2 comentarios:
Excelente Crónica.
Yo pasé justo en la tarde al rededor de las 6pm cuando la policía municipal con apoyo de un camión de basura de manera denigrante desalojaba a los ambulantes. Cabe recordar que
Juanito amplió las banquetas y regaló carritos para "los microempresarios", fomentando y oficializando el ambulantaje. Esta nueva administración está criminalizando lo que por muchos años ha estado preservando la cultura de nuestra ciudad y lugares circunvecinos con la venta honesta de productos que sustentan la mayor parte de hogares de familias de escasos recursos. En México, da lo mismo trabajar que robar: de cualquier forma de han de llevar a la cárcel. El crimen, es ser pobre y no poder pagar un permiso o ceder con la extorsión de "la autoridad".
¡Que viva el centro!
Gracias, Fabiola. Saludos
Publicar un comentario