martes, 19 de febrero de 2013


En órbita
Martes 19 de febrero de 2013

Thomas Lee: el gran explorador

Ery Acuña Meneses
Lo que nunca se imaginó Thomas Lee cuando puso el primer pie en Chiapas hace 50 años, fue que se adentraba a un misterioso pantano del que nunca pudo salir. Llegó en 1962 como parte de la primera gran expedición a Izapa junto con varios exploradores de la Fundación Arqueológica Nuevo Mundo, pero ya no pudo volver a vivir a Arizona.

El doctor Honoris Causa de la UNICACH y Premio Chiapas 1995, creía firmemente que la cuna renacentista de los mayas estaba en Izapa, hoy Tuxtla Chico, Chiapas, en la Frontera México Guatemala. Entre los múltiples conocimientos que investigó está  el haber sembrado la hipótesis de que Izapa era el sitio donde se dio el gran salto de la cultura olmeca a la civilización maya.  “No hay duda de eso”, decía.

El saludo que Thomas Arvol Lee Whiting daba siempre era ceremonioso, como un ritual festivo, que comenzaba invariablemente con una sonrisa.  Era fuerte, robusto y le gustaba caminar largas distancias a pesar de sus 80 años de edad, cumplidos apenas el pasado 23 de diciembre. Bromeaba en diciembre en vísperas del fin del calendario largo de los mayas: “ya no voy a poder celebrar mis 80 años, el mundo se acaba el 21 de diciembre; lo dijeron los mayas”.

En sus excavaciones encontró las llaves que abrieron muchas puertas de pasajes enterrados de la sabiduría prehispánica.  Estudió con gran disciplina a las tres grandes civilizaciones madres de Mesoamérica: los mayas, los chiapanecas y los zoques.

De los chiapanecas decía que eran los más grandes guerreros que jamás existieron en toda Mesoamérica: “Por eso los aztecas nunca intentaron conquistarlos, porque sabían que los chiapanecas eran muy fuertes y poderosos”. Eran gigantes,  recordaba, lo dicen los grandes cronistas españoles de aquel tiempo. Incluso, refería, Bernal Díaz del Castillo, el gran cronista de la Nueva España,  estuvo a punto de morir al ser alcanzado por las flechas de los guerreros chiapanecas.

Efectivamente, Bernal Díaz del Castillo escribió años después de su encuentro con los chiapanecas en el siglo XVI: “Había miedo a los chiapanecas, porque ciertamente eran en aquel tiempo los mayores guerreros que había visto en toda la Nueva España”, señala en su “Historia Verdadera de las cosas de la Nueva España.

Thomas Lee hizo varias exploraciones al Cañón del Sumidero. Era su fascinación. Los chiapanecas lo conquistaron desde el primer contacto. Impulsó junto en octubre de 2009 junto con Andrés Fábregas Puig y Carlos Navarrete (tres grandes amigos que iban a verse por estos días en Guatemala), el Primer Congreso Internacional de la Región Chiapaneca.

Solía decir que después de que los españoles derrotaron a los chiapanecas, “los europeos encontraron jaulas en la plaza, con zoques y zapotecos (adentro, que habían sido capturados como esclavos), muy gordos, se supone porque estaban listos para el sacrificio. Al sacrificar a un individuo esa carne se vuelve divina porque fue sacrificado en nombre de un Dios. No dejaban desperdiciar la carne, era carne sagrada, divina, y era entregada al pueblo, quien lo consumía”

En sus ojos se encendía una luz intensa cuando hablaba de que era impostergable construir una escuela de arqueología en Chiapas, que permitiera a los chiapanecos conocer sus raíces, y no los extranjeros, como ha sido tradición. Es decir, ya pensaba como chiapaneco.

Gracias a las excavaciones que encabezó en la zona arqueológica de Lagartero de origen maya, este sitio fue abierto al público apenas en diciembre pasado, tras 20 años de investigaciones. Por cierto, el INAH no lo tomó en cuenta en ese evento, pero asistió como un espectador más, con la humildad que lo caracterizaba, y se sentó en una  de las filas perdido entre el gentío. También en diciembre pasado fue  inaugurado el edificio de la escuela de arqueología de Chiapa de Corzo, uno de sus grandes anhelos, como si el destino  quisiera despedirlo con sus sueños concretados.

Se cumplieron 50 años de la gran expedición a Izapa el año pasado, y el INAH volvió a callar. Como si no hubiera existido.

Sus cenizas fueron expuestas en la entrada principal del Museo Regional de Chiapas este martes 19 de febrero, en Tuxtla Gutiérrez, rodeado de los más importantes estudiosos de la cultura y las artes de Chiapas.

El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), el Consejo Estatal para las Culturas y las Artes de Chiapas (Coneculta), y la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (UNICACH, para la cual trabajó de tiempo completo en los últimos años de su vida), le rindieron homenaje.

Fue un gran conocedor de la cultura zoque, la cual estudió con gran detenimiento durante muchos años. En Chiapa de Corzo, en Tuxtla Chico (Izapa), y en Copainalá, (las tres cunas de las civilizaciones chiapaneca, maya y zoque) le aguardan varios homenajes para despedirlo.

En menos de dos años perdimos a dos grandes estudiosos de nuestra cultura, que se adentraron a las entrañas de Chiapas. Uno, en la antropología (Jan de vos, de Origen belga, nacido en 1936, con residencia en Chiapas durante 37 años, y fallecido apenas en julio del 2011) y Thomas Lee, en el terreno de la arqueología (con residencia en Chiapas durante 50 años).

Tanto Jan de Vos como Thomas Lee llegaron un día a Chiapas sin saber  que los bejucos de la selva, y el pantano de conocimientos enterrados, jamás los dejarían volver a vivir a su tierra de origen.

No hay comentarios: