lunes, 11 de marzo de 2013

En órbita


La sombra de don Belisario  (1/2)

Ery Acuña Meneses
El próximo 25 de abril se cumplen 150 años del natalicio del héroe más renombrado que ha dado Chiapas a la República Mexicana: don Belisario Domínguez Palencia. Llena de anécdotas, su vida es un umbral de episodios fascinantes y mitos legendarios, como el de su bendita lengua, que nadie ha podido comprobar que le fue cortada después de ser asesinado aquel fatídico 7 de octubre de 1913, por órdenes del dictador Victoriano Huerta.
 

Hoy, en el marco del Centenario de su muerte, su nombre es encumbrado con sobrados atributos por la clase política, pero con un sentido improvisado y desprovisto de contenidos profundos que permitan valorar la vasta dimensión de su obra.  
 
Las anécdotas que rodean su vida podrían abarcar un libro entero: casó con su prima hermana, Delina Zebadúa Palencia, fue bautizado el mismo día en que nació pero apuntado en el Registro Civil hasta los 29 años de edad, aprendió francés siendo un niño, fue hijo de un luchador liberal, don Cleofás Domínguez Román (quien perdió la pierna en un combate contra los imperialistas de Maximiliano), sobrino de Pantaleón Domínguez, gobernador de Chiapas, y nieto de un vicegobernador, Quirino Domínguez y Ulloa, quien asumió el cargo ante la ausencia del general Joaquín Miguel Gutiérrez.
 
Cuando apenas contaba con 16 años de edad partió a París a estudiar medicina, y regresó 10 años después a su natal Comitán, graduado como médico cirujano con las especialidades de obstetricia y oftalmología.

Su padre fue un comerciante, que pasó por altibajos, como se refleja en las cartas que le enviaba desde París cuando tenía que dejar de estudiar por temporadas ante la falta de dinero: “Estoy acostumbrado a la miseria, y me importa poco andar roto y no tener camisa que ponerme; lo he enfrentado con calma”.
 
Nació cuando Chiapas apenas tenía 40 años de haberse incorporado a  México, y apenas con un año de edad, Maximiliano de Habsburgo entraba a Veracruz autoproclamado emperador de México en 1964. Es decir, llegó al mundo en un tiempo convulsionado por la guerra.
Son sobradas las versiones que refieren la gran labor que como médico ejerció en Comitán a favor de personas sin recursos, desde su regreso a la tierra natal en 1889. A ellos, los olvidados, no sólo ofrecía sus servicios gratuitos, sino que regalaba medicinas que él mismo preparaba: “Apúntelo a mi cuenta”, solía decir cuando sabía que alguien no podía pagar.

Incluso, se tiene documentado que él mismo preparaba alimentos a los enfermos desvalidos o construía con maderas que él mismo cargaba, camillas improvisadas a los enfermos. En fin, un altruismo nato concebido en su pequeño pero gigantesco mundo.
 
Obligado por la salud de su esposa Delina Zebadúa, partió a la ciudad de México en 1902, sólo para ver morir a su amada prima y compañera. Fue en ese tiempo que publicó una de las obras periodísticas más valiosas de su pluma, olvidadas por este homenaje del centenario de su muerte, aparecidas en el primer  volante al que llamó Chiapas, donde pedía a todos los periodistas del país poner los ojos en Chiapas, ante la humillante pobreza en que se debatían la mayoría de sus habitantes, en plena efervescencia porfirista: “No hay caminos, porque no hay escuelas, no hay periódicos porque los gobernadores en vez de ocuparse del engrandecimiento y prosperidad, se dejan cegar por la ambición y sólo se afanan en hacerse ricos a expensas del Estado”.
 
En esa hoja, Chiapas, fechada el 28 de abril de 1903, escribió una frase que permite imaginar la grandeza limpia de su pensamiento, y que recopila Josefina Mac Gregor en su libro “Belisario Domínguez, Moral y ética, impronta de vida”: “No hay diligencia inútil, no hay esfuerzo perdido: el trabajo inteligente y sostenido siempre triunfan”.
 
Después, en 1904, publicó cuatro ejemplares de EL VATE, periódico de literatura, filosofía y variedades, que significan: Virtud, Armonía, Trabajo y Estoicismo. Con sus propios recursos redactaba, imprimía y regalaba esta gacetilla, donde insistía al presidente Porfirio Díaz y a los periodistas de la metrópoli en poner los ojos sobre la miseria y olvido de su Chiapas, el que tanto le dolió. Además escribió sobre temas de moral, política, religión, y dedicó grandes apartados a exigir que se prohibieran las corridas de toro.
 
Aquí los analistas de su obra, como Josefina Mac Gregor, señalan la gran influencia que alcanzaron en él pensadores grandes de su época, como Augusto Comte, Spencer, Smiles, Kant y Pascal. Una vez escribió una frase realmente hermosa, benévola, que define muy bien el contenido de su ideología: “Permite Dios omnipotente  que todos los hombres aprendamos a pensar”.

Después regresó a Comitán, pasado el luto de su esposa fallecida dos años antes, a ejercer de nuevo su labor de médico altruista. Ahí fundó su afamada farmacia “La Fraternidad”, atendiendo a desvalidos de rincones apartados en su consultorio, que hoy permanece casi intacto convertido en la “Casa Museo Dr Belisario Domínguez”, de Comitán (*).
Pero el destino lo llamaría tiempo después a cumplir una misión loable y valiosa con la patria, al ser designado Senador Suplente de la República por el estado de Chiapas en 1912. A la muerte del propietario del escaño, Leopoldo Goutt, el doctor Domínguez asume la titularidad en el senado, en enero de 1913, y es ahí donde comienza la etapa última de su vida, la que le valió el laurel de la gloria que lo llevaría a obtener un lugar privilegiado entre las páginas más selectas de la historia del México real.
 
(*) Detalles de la "Casa Museo Dr. Belisario Domínguez".  http://chiapasesatodavoz.blogspot.mx/2010/10/museo-dr-belisario-dominguez-en-comitan.html

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