Ery Acuña
Foto: René Araujo www.arauxo.com
Aunque el término aplicado para el caso traiga implícita una carga xenofóbica, en algunos lugares del estado de Chiapas llamar “chamula” a alguien es referirse a una persona terca, necia e indoblegable. Y es que así parece ser el espíritu de los indígenas tsotsiles que habitan el municipio de San Juan Chamula, enclavado entre las frías montañas de los Altos de Chiapas, a más de 2 mil 200 metros sobre el nivel del mar.
Para ser “chamula” había que ser priista y católico (tradicionalista), decía la regla en este teklum (pueblo).
Bastión del PRI desde que el tricolor sembró su bandera aquí en el siglo pasado, Chamula siempre ha sido gobernado bajo estas siglas. Todavía está fresco el recuerdo de aquella tarde de julio del año 2000, cuando el entonces candidato de la “Alianza por Chiapas” al gobierno del estado, Pablo Salazar Mendiguchía, rompió el cerco político al realizar el primer mitin de un partido ajeno al PRI.
El 20 de octubre de 1964, Miguel “caxlán” (que significa ladino en tsotsil), encabezó la primera reunión evangélica en Chamula. Pero poco duró, porque a partir de 1965 y hasta 1998, más de 30 mil evangélicos fueron expulsados violentamente del municipio por los católicos tradicionalistas, por la simple razón de profesar una religión diferente.
También la iglesia católica fue obligada a abandonar el pueblo en los años 80. Entonces los chamulas tuvieron la libertad de vestir a sus santos con sus trajes tradicionales, introducir “posh” (aguardiente) al templo, y practicar la religión de acuerdo a sus usos y costumbres, de ahí el término de “católicos tradicionalistas”. Hoy en día está prohibido tomar fotografías al interior del templo de San Juan. Los guías de turistas recomiendan no intentarlo. Nadie lo recomienda.
Chamula es sin duda el pueblo que padece mayor alcoholismo en Chiapas. Las botellas de “posh” se consumen a granel en las casas y en las calles. En las fiestas religiosas, el “posh” juega un papel fundamental, de ahí el agudizado alcoholismo aceptado desde la niñez.
Pues este pueblo resurgió a la escena nacional el pasado 26 de octubre, cuando el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación decidió anular las elecciones del 4 de julio para elegir alcalde, donde el PRI resultó vencedor, y ordenó al Congreso del Estado y al Instituto de Elecciones y Participación Ciudadana, convocar a nuevos comicios.
La mecha no tardó en prenderse. Los priistas rechazaron “la injerencia” a sus usos y costumbres –en este caso del TRIFE— y se revelaron. Destituyeron la mañana del 27 de octubre al alcalde en funciones, Domingo López González, y nombraron al candidato del PRI que resultó ganador de los comicios, Dagoberto Hernández Gómez, como alcalde, en un claro desafío a los organismos electorales, para mandar el mensaje de que en Chamula ellos mandan.
Pero en la noche del mismo día, el alcalde destituido por la mayoría de los 148 parajes, Domingo López, fue “restituido” por seguidores de la alianza PAN-PRD-Convergencia-Nueva Alianza, esto después de romper los candados de la presidencia municipal y apoderarse del edificio. La tensión se agudizó.
Miles de chamulas se congregaron en la plaza en dos bandos, dispuestos a defender a sangre y fuego a su autoridad. Los operadores políticos del gobierno estatal estaban preocupados por la situación, hasta que finalmente parece haber un acuerdo al menos hasta la mañana de este 29 de octubre: se mantendría a Domingo López como alcalde, y se aceptaron nuevos comicios para los primeros días de noviembre.
Sin embargo queda claro que este municipio caminará, al menos en lo que resta del año, en medio de un ambiente de tensiones. Los nuevos tiempos alcanzaron a Chamula, un pueblo sumido en los cacicazgos indígenas, la pobreza, y un alcoholismo que lastima.
Por sus valores culturales, la importancia turística que concentra, y el símbolo de poder que representa para el PRI, todavía faltan muchas qué ver en este pueblo tsotsil. Ya veremos.
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